La pandemia de COVID-19 trajo un gran cambio a nivel mundial, tanto en actividades económicas, sociales, de salud, de organización, entre otras, y es responsable de enfermedades y muertes generalizadas. Rundle indica que, “si bien es una prioridad mitigar su impacto inmediato, es importante considerar formas de prevenir sus efectos a largo plazo, incluidos los nuevos riesgos de obesidad infantil”.
La pandemia ha obligado a cerrar los centros educativos, escuelas, colegios y hasta universidades variando ampliamente los hábitos en los niños y adolescentes, con consecuencias posteriores de un aumento de peso, falta de actividad física y cambios en su alimentación.
La inactividad física, se ha identificado como uno de los principales factores de riesgo de mortalidad global y contribuye al incremento de sobrepeso y de obesidad (OMS).
El distanciamiento social y las órdenes de quedarse en casa, reducen las oportunidades de ejercicio, particularmente para los niños en áreas urbanas que viven en pequeños apartamentos, dedicándose mas bien a actividades sedentarias y aumento de tiempo frente a la pantalla sea esta, televisor, celular, computadora, o el uso de videojuegos en línea, por lo que se recomienda cuidar la calidad de tiempo frente a esto instrumentos, evitar su uso al menos 1 hora antes de dormir para conciliar el sueño adecuadamente, cargar aparatos fuera de la habitación del niño, mantener cualquier tipo de pantallas fuera del dormitorio, limitar el tiempo, y lo mas importante la calidad de programas que ven o juegan.
Las consecuencias esperadas ante la inactividad y sedentarismo son la obesidad, síndrome metabólico, horario de sueños irregulares y de menor duración, problemas de conducta, pérdida de habilidades sociales y menos tiempo para jugar y compartir en familia.
La cantidad de alimentos que se come depende de la edad y de la actividad física y a medida que los hogares se abastecen, se recomienda evitar alimentos ricos en calorías, es importante crear un horario de comidas constante para los niños desde el desayuno hasta la cena.
Los protagonistas de cada comida deben ser los vegetales y las frutas, sean cocidos o crudos, priorizar cereales, lácteos, frutos secos, y disminuir ingredientes con alto nivel calórico y bajo nivel nutritivo, especialmente alimentos que aportan mucho azúcares simples y grasa (snacks, dulces panes, bebidas refrescantes, gaseosas,etc)
Cuidando la alimentación y realizando ejercicio físico, mejoramos el rendimiento escolar, el estado anímico, evitamos la depresión, y mantenemos el sistema cardiovascular y respiratorio sanos.
Hay situaciones que favorecen que se coma más, como estar solo, aburrido o con pantallas. En esas situaciones “se come por comer”, por lo que se sugiere que durante la comida el niño se centre en este acto haciendo que el momento de la alimentación sea un acto consciente, agradable y si es posible en familia. Así mismo, como padres, es importante involucrarlos en esta práctica, inclusive en la preparación de las comidas, aprovechando para enseñarles hábitos saludables. Una buena alimentación es la base de un cuerpo humano saludable.
Dra. Ana Lucía Coronel
Pediatra Veris